El presente escrito y los dibujos que lo acompañan fueron publicados por la revista “RELACIONES" en octubre de 2012.
Decididamente el dibujo es el medio expresivo más despojado de las artes visuales.
En su manifestación más esencial bastan un trozo de papel y un lápiz para hacer visible una idea. Esta economía de medios, esta austeridad casi monacal, hacen que el dibujo no admita el más mínimo maquillaje que disimule las inevitables torpezas.
En su franqueza, en su desnudez, adquiere su plenitud, que se instala entre el acierto y el error.
En relación a lo antes mencionado diré que no dibujo como quiero, sino como puedo.
He pasado ya demasiados años tratando de dominar el oficio de dibujar. Si bien esto es sumamente complejo y por momentos desmoralizador, más difícil aun ha sido aceptar mis limitaciones. Sin embargo aunque esto suene a resignación, es según creo una de las mayores conquistas que uno puede lograr no sólo en el ámbito del arte sino en la vida misma.
Esta serie de dibujos correspondientes a diferentes épocas fue realizada dentro de los parámetros antes mencionados e incluye un elemento que considero fundamental para mis intereses: el azar o lo inesperado, situación ésta que a veces se presenta sola o a veces es provocada.
El azar o lo inesperado nos obligan a la búsqueda constante de soluciones nuevas ante la inminencia del caos, nos apartan de lo seguro, de las recetas, y transforman el acto de dibujar en un territorio no cartografiado, que se presentará con innumerables caminos a elegir y transitar.
Al comenzar un dibujo hay sí, una idea voluntaria, ya sea que se parta de una imagen observada (un modelo) o de una imagen mental, pero inevitablemente en ambos casos la imagen dibujada diferirá de nuestra primera intención. Particularmente en el dibujo de concepción mental, es decir, no mediando un modelo, la primera imagen resultante será una vaga aproximación de una también vaga idea de lo que se quiere representar. Esta primera imagen, cuando es graficada en el papel partiendo de una idea difusa, es el comienzo; la observación de la misma estimulará la idea inicial y se harán cambios en la imagen dibujada en primera instancia. Este proceso entre el cerebro y el papel con intermediación de la mano puede ser infinito.
En definitiva el dibujo es una forma de pensar activa, no se trata del pensamiento como un acto contemplativo, sino de que el mismo adquiera cuerpo sobre el papel.
Es imposible concebir el mundo creado por el hombre sin la existencia del dibujo, desde la casa en que habitamos, los objetos que nos rodean o la ropa que vestimos, todo, absolutamente todo, antes de ser lo que es, fue en primera instancia un dibujo.
Si bien en las artes visuales el dibujo puede tener un fin práctico, por ejemplo un boceto previo a la realización de una pintura, su carácter es autónomo y siempre es un hecho en sí mismo.
El dibujante que ha elegido el terreno del arte no proyecta edificios, vestimenta u objetos, es para ser claro, un inútil que se proyecta a sí mismo.
El artista (palabra que detesto) tiene la libertad del insensato que ha dado la espalda al mundo en función de un designio “divino” que solo él posee y redimirá a la estrechez existencial de su prójimo.
En un pasado no tan lejano, el artista que aún no se había autoerigido en mesías, gozaba de los mismos beneficios que aún gozan los albañiles, los carpinteros o los herreros: servían para algo y por lo tanto su trabajo era requerido.
Hoy el artista esta recluido en sí mismo, ejerciendo la sacrosanta misión de materializar sus obsesiones, sus miedos, sus caprichos, es decir brindar a la pedestre humanidad su “rico mundo interior”, que por supuesto a nadie interesa.
A pesar de ser consciente de lo antes enunciado sigo dibujando cada día, soy un culpable más de mi propia denuncia.
Como dije anteriormente los presentes dibujos responden básicamente a tres premisas: conquista de un cierto oficio, aceptación de las limitaciones y utilización del azar; esto seguramente no arrojará luz sobre ellos, y sucede que es muy difícil o decididamente imposible justificar lo inútil.
Vayan pues mis excusas por estas ocurrencias dibujísticas, que tal vez sólo sean el divertimento de un individuo que no sirve para otra cosa.