Los siguientes trabajos expuestos en la “SALA SÁEZ” bajo el nombre de “LO REAL IMAGINADO” son el resultado de dos años de trabajo en los cuales me movió un deseo tan básico y primitivo como las imperiosas ganas de dibujar.
Pido las excusas del caso por no poder justificar conceptualmente tal aberración de mera práctica artesanal y para colmo tan primitiva ya que fue realizada con un trozo de carbón.
A modo de excusa diré que el llamado arte me resulta insoportablemente solemne, hermético y por lo tanto aburrido, mis referentes a la manera de una fresca brisa los he encontrado en las llamadas expresiones menores del arte: la ilustración, la caricatura, los dibujos animados, la historieta, el diseño gráfico, etc.
Vayan pues estas imágenes poco doctas, las cuales sin embargo al decir del querido Maestro Espinola Gómez he disfrutado en su hechura “como chancho entre los boniatos”.
A continuación el texto escrito por María Yuguero para la presente muestra.
CUANDO EL ARTE ES SU PROPIO ARGUMENTO
“Prefiero los monstruos de mi fantasía a la trivialidad positiva” Baudelaire
El mundo de Álvaro Amengual, figurativo dentro de parámetros expresionistas, ha reiterado en forma obsesiva la presencia humana, aun en su ausencia. Parte importante de sus propuestas parece nacida del vacío intrínseco de la existencia, modalidad quasi trágica que alterna no menos frecuentemente con el humor y aun la ironía, a veces mordaz. Sus alteraciones del canon convencional han tendido a la estilización de las figuras, leves, elegantes, fragmentarias a veces por elipsis, tanto como a la opulencia de las proporciones, enfáticas en zonas no necesariamente previsibles, sino plásticamente pautadas como tamiz de sus contenidos narrativos.
Este artista poco dado a exhibiciones y a difusión pública de su imagen, presenta hoy una muestra de retratos en carbonilla, trece años después de su última individual. Estos íconos despliegan una magnitud que no se origina en sus dimensiones reales, sino que emana de los mismos personajes dominantes de la escena: en su carácter trágico o humorístico, los protagonistas adquieren un porte esencial, claro, elegante, extemporáneo y trascendente a la manera de las representaciones simbólicas clásicas. Dibujos de formato cuadrado resueltos estrictamente en negro, blanco y grises con escasas referencias de contexto, por lo que cada personaje concentra toda la atención sobre sí. Una galería que releva modelos del universo artístico, fotografía incluida; el resultado sólo conserva reminiscencias homeopáticas de los originales, transmutados en imágenes de su cuño personal. “El auténtico artista elabora, simplifica, sintetiza sus impresiones, que es parte de la imaginación; los que carecen de imaginación se limitan a copiar el diccionario” dice Delacroix.
De representación parcial o circunscriptos a un rostro en un primero o primerísimo plano, varios de los retratados inquieren con insistencia al espectador. Las formas naturales se adelgazan, se achatan o se vuelven opulentas en función de mermas o excesos, énfasis u omisiones a veces sólo incipientes en el modelo o generadas en su mayoría como elementos plásticos por el artista, distanciándose del concepto convencional de caricatura por el empleo, si bien distorsionado de las proporciones, de imágenes estructuradas y no exageradas según pautas fisiológicas o éticas. Alarde de buen humor o de fantasía que se combinan perfectamente con las ironías de la naturaleza en un uso armónico de la deformación. “El arte bello muestra precisamente su excelencia en que describe como bellas cosas que en la naturaleza serían feas o desagradables” según Kant.
Los personajes se plantan con solidez escultórica, paradójicamente vivas en su anomalía: algo inquietante se desprende de ellas, tal vez justamente porque respiran, porque son viables en su atipicidad. Ocupando la casi totalidad del plano vertical como columnas monumentales, contundentes e individuales, estos sujetos aislados de contexto o de tiempo miran al observador con curiosidad, simpatía, distancia, conmiseración, autoridad o candor, en tanto sólo algunos de los escuetos fondos interactúan con los retratados en forma de elementos plásticos representativos de su obra, como un guiño de complicidad al espectador.
Tal vez como producto de la voluntad constructiva y de un decir expresionista, ora reduccionista, ora hipertrofiante ad libitum, las distorsiones de estos retratos no suelen mover a hilaridad. Como dibujos, destacan por sus calidades, ostentando alardes tanto en su resolución de trazo grueso - ferocidad y brutalidad de estilo a la manera de los violentos bocetos de Goya (madre de Rembrandt, madre de Sáez, la Goulue) - como en los de más primorosa y detallada realización (Petit Bijou, el niño de Blanes) en texturas mínimas: drapeados, cabellos, encajes, joyas, tapices, ornamentos. La iluminación es reinventada – a veces contra natura - en brillos, gradaciones, sombreados; gamas de grises desarrolladas entre el blanco y el negro neto, así como el uso de líneas más o menos cerradas para fijar sombras contrastantes con zonas de luz cruda.
La composición de los trazados se percibe como sólidas construcciones en que las diagonales se intersecan en el centro y estallan derramándose en sentidos contrarios en forma de decoraciones o elementos de profuso desarrollo. Líneas extremadas por su énfasis o moderadas hasta la sutileza se resuelven en forma de compenetración armónica de las partes, aun en ausencia de transiciones, en tanto lo geométrico y lo orgánico alternan con la contundencia impositiva de grandes planos oscuros.
La destreza común puede adquirirse mediante paciencia, pero la imaginación, en su esencia sustitutiva es la vía expresiva del espíritu agudo, que en el caso de Amengual emerge en el discreto humor sin sarcasmo de retratos que celebran el natural refinamiento de un dibujante excepcional. Más allá del placer que la contemplación de estas obras produce, se hace evidente el goce que el mismo artista ha experimentado en su realización: formas desbordantes de sí mismas y presencia testimonial de una obsesión por la armonía y la inarmonía de la figura humana convertida en sustancia intangible de su fantasía.
“La imaginación es la reina de lo verdadero, y lo posible es una de las provincias de lo verdadero. Está positivamente emparentada con el infinito”. Baudelaire
MARÍA E. YUGUERO
Retrato de la madre de Sáez - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
Autorretrato en la playa - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
Petit Bijou 1 - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
Retrato de Rodin - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
Petit Bijou 2 - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
Retrato de Pilar Barradas - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
Retrato de Klimt - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
Retrato de Klee - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
La uruguaya - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
Retrato de Giacometti - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
Retrato de Bacon - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
Retrato de Rembrandt - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
Retrato de la madre de Rembrandt - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |
El niño de Blanes - Carbonilla sobre papel - Mts. 1.51 X1.51 |