Pablo Andrés realiza su primera exposición individual y lo hace curiosamente el día de su cumpleaños número cuarenta. Tal vez se considere que es una edad tardía para haberse decidido a mostrar sus trabajos, pero si tenemos en cuenta que Pedro Figari, uno de nuestros pintores más insignes realizó su obra más representativa después de los sesenta años, podríamos concluir que Pablo Andrés se está apresurando de forma alarmante en mostrar su obra. Así es, todo es relativo en arte, incluso la edad en que uno decide comenzar a transitar por este insensato mundo hasta la edad en que se arriesga a mostrar lo realizado.
Sin embargo Pablo Andrés no es un novato, ha transitado por diversos talleres durante años y ha conquistado con paciencia el complejo oficio de dibujar y pintar, pero paradójicamente no se ha dedicado ni al dibujo ni a la pintura de forma excluyente, sino que ha incorporado otra gran pasión en la cual se formó de manera autodidacta, me refiero a la fotografía.
Desde hace algunos años está trabajando de forma obsesiva sobre imágenes que son realizadas sobre la confluencia de las disciplinas antes mencionadas.
Su trabajo es compulsivo y obsesivo, vuelve una y otra vez sobre la misma imagen y realiza varias versiones de la misma. Lo he visto trabajar con la vehemencia de un minero que busca insolado la veta madre de una imagen que revelará sólo lo que él presiente y desea hacer visible. ¿Un loco? Sí. ¿Pero quién puede afirmar que una actividad tan insensata como el arte necesita de gente cuerda?
El descubrimiento de una técnica en la cual ha investigado con el mismo ardor con el que realiza sus imágenes le ha posibilitado unir el dibujo, la pintura y la fotografía.
Todo lo que dibuja, pinta o fotografía pasa por el filtro de su fotocopiadora, este procedimiento de por sí ya da a las imágenes de dibujos, pinturas y fotografías cierta unidad, pero el proceso no concluye aquí sino que luego transfiere estas imágenes, pero no lo hace mecánicamente sino que dibuja con ellas acentuando o diluyendo sectores y superponiendo varias imágenes las cuales son nuevamente dibujadas o pintadas encima. Percibidas desde cierta distancia se diría que son abstractas, pero todas están formadas con partes de realidad. Es así que a veces crea ciudades o espacios absurdos, abigarrados y asfixiantes que generalmente tienen que ver con espacios por los cuales transita a diario. El otro tema que lo obsesiona es el sexo, a veces evocativo y a veces más explícito, rozando lo pornográfico.
En ambos abordajes el contenido es auto referencial, cotidiano. Pablo Andrés
no es un artista de imaginería, es un cronista de sí mismo.
Las obras expuestas se mueven entre el caos y el sexo, por momentos oculta y por momentos muestra crudamente.
Pablo Andrés es un individuo complejo, como todos nosotros sin duda, pero con una pequeña diferencia, él se anima a exponerlo.
¡Ya era hora!
Álvaro Amengual
Abril de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario