En el año 1986 Omar Bouhid a quien conocí en el semanario "Alternativa" nos propuso a Inés Olmedo, Gustavo Fernández y a quien escribe, realizar una exposición sobre historietas.
Omar también convocó para la muestra a Elbio Gandolfo, quien con extrema generosidad aceptó escribir el texto para el catálogo y también fue quien le puso nombre a la exposición: “Máquinas de no soñar”.
La propuesta no era muy clara y eso resultó un beneficio. Se trataba de tomar como idea rectora a la historieta como lenguaje, pero con un criterio experimental, muy especulativo en donde el tradicional desarrollo de viñetas contando una historia podía ser tomado con gran libertad.
El proyecto me resultó atractivo, por quienes me acompañarían en dicha muestra y además porque por ese entonces yo trabajaba como ilustrador y había incursionado no sólo en la historieta sino también en la ilustración periodística y en la caricatura.
Mi formación había sido en una escuela de arte y mis referentes hasta ese entonces habían sido pintores, escultores y arquitectos. Yo sentía que el arte debía ser magno, sublime y por lo tanto debía abordar grandes temas de profundísima significación. ¡Yo quería ser un gran pintor! No me cabía la menor duda. Sin embargo al comenzar a trabajar en la prensa escrita como dibujante, comencé a descubrir un mundo soterrado que involucraba a las artes que yo consideraba por ese entonces menores, me refiero a las disciplinas antes mencionadas: ilustración, caricatura, historieta, etc.
Por la propia dinámica del trabajo fui conociendo personalmente o través de sus trabajos a notables dibujantes de prensa de nuestro medio como Hogue, Ombú, Arotxa, Mingo Ferreira entre otros.
Mis convicciones acerca de lo sublime del llamado gran arte comenzaban a tambalear.
Un día caminando por 18 de julio quedé absorto ante un quiosco que entre decenas de diarios y revistas colgaba una portada de la revista Humor realizada por el argentino Carlos Nine, pocas veces había sentido tal emoción y admiración ante una imagen. ¡Y estaba frente a un quiosco!
A partir de ese momento sentí una enorme avidez de ahondar en ese mundo de las llamadas artes populares y fue así que conocí a "Little Nemo" de Winsor McCay, "Krazy Cat" de George Herriman, las historietas de Moebius, las ilustraciones de Brad Holland, Jean-Michel Folon, Saul Steinberg, Norman Rockwell, las caricaturas de Hermenegildo Sábat, David Levine entre otros, parecía que había otra historia del arte de la cual nadie había hablado.
Más allá de las virtudes dibujisticas de los artistas antes mencionados, lo que valoré y aún valoro de éstos, es la capacidad natural, lisa y llana de comunicar ideas a un público vastísimo sin necesidad de que éste fuera formado en arte y sin que mediara un texto inextricable que pretendiera explicar lo que los ojos ven.
Ésa fue una etapa de revelación en la cual me di cuenta que las fronteras entre los grandes artistas de la historia del arte que admiraba y aún admiro, eran muy difusas o inexistentes en relación a los artistas llamados populares.
El trabajo, que muestro a continuación, “Biografía de un rara avis” fue un libro en el cual opté por contar una historia en donde cada página oficiaba como viñeta y estaba resuelta con una técnica diferente.
La historia en cuestión fue una pequeña autobiografía que pretendía parodiar la soberbia de algunos de mis amiguitos artistas que se dedicaban al gran arte.
Tengo un sentimiento de profunda nostalgia, pero de la linda, de la que nos esboza involuntariamente una sonrisa mientras recuerdo el librito y mi trabajo en prensa de mediados de la década del ochenta.
He perdido muchos años en busca de lo grandioso, recién hace cuatro años he vuelto al espíritu de aquella época y del libro. No he sido un gran pintor como anhelaba, soy un dibujante. No he contado grandes relatos y he naufragado un cuarto de siglo en la duda, pero afortunadamente me he curado de la solemnidad, ya no temo a lo cursi, es más adoro lo cursi y me he quitado un enorme peso de encima y me siento como diría el querido Maestro Espinola Gómez "feliz como chancho entre los boniatos", y se lo debo a aquella época y en particular a este querido librito.
Salú.
Medidas del libro 37 X 42 X 5 Cms.
"Ya cuando era así de chiquito odiaba lo vulgar"
Siempre me movió un obsesivo deseo de llamar la atención"
Con el tiempo el afán de llamar la atención me llevó a verdaderas excentricidades
Y un buen día, en un rapto de agudeza y lucidez, comprendí que diferenciarse por fuera no tenía ningún valor
A partir de ese momento leí mucho, medité, hablé con gente inteligente, en una palabra...modelé mi interior
Y me fue revelada la verdad...yo era un intelectual
Y hoy puedo concluir con absoluta certeza que soy ÚNICO...sencillamente IRREPETIBLE
Dedico humildemente este librito a todos mis colegas
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