En lo personal creo que cuando uno ha perdido el rumbo lo más sano es volver a la realidad, volver al modelo.
En el verano de 2006 planté mi caballete en el fondo de mi casa, un lugar abigarrado de plantas, flores y árboles frutales que mi esposa cultiva con obsesiva pasión y placer; mi pequeño Giverny.
No había ninguna intención desde el punto de vista artístico, solo el placer de dibujar rodeado de un lugar agradable.
Esta asepsia de contenido es siempre tramposa ya que es inevitable realizar asociaciones de ideas ante una imagen.
La copia, como tan burdamente se define al acto de dibujar con modelo, no existe, siempre es una interpretación del mismo.
Los presentes dibujos no fueron planteados en su globalidad y luego agregados los detalles, sino que partí de un punto de interés y fui realizando una especie de tejido gráfico hasta llegar a los bordes de la hoja, de alguna manera también como se expande el jardín.
Tal vez no haya ningún interés en los mismos, ninguna propuesta, ninguna alusión, ninguna metáfora, pero para mí tienen un hondo valor afectivo y el grato recuerdo de un inolvidable verano; no es poca cosa.
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